Del evangelio de san Mateo 25,40
Jesús les dijo:
“Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”
RESPUESTA A LA PALABRA
¿Qué Dios es cómo nuestro Dios?,
exclamaba un creyente del Antiguo Testamento
después de conocer la actuación de Dios
en medio de su pueblo.
¿Qué diremos nosotros después de conocer
el hacer y el decir de Jesús?
Ahora sabemos que Dios
no sólo se ha hecho hombre por nosotros,
sino que se identifica con cada uno,
hasta experimentar en sí mismo,
aquello que nos hacemos entre sí.
Qué sencillo es encontrarte, Señor,
y qué difícil responder a tus deseos.
Convierte nuestro pensar,
endereza nuestro querer,
para que nuestras obras
sean a la medida de tu voluntad.
De los tratados de san Hilario, obispo. (siglo IV)
Ved qué dulzura y qué delicia, convivir los hermanos unidos. Ciertamente, qué dulzura, qué delicia cuando los hermanos conviven unidos, porque esta convivencia es fruto de la asamblea eclesial; se los llama hermanos porque la caridad los hace concordes en un solo querer.
Leemos que, ya desde los orígenes de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan importante: En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo. Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios: todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de oración, todos miembros de un mismo cuerpo que es único
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