Del evangelio de san Juan 10,1-10
En aquel tiempo, dijo Jesús: “Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.”
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: “Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.”
RESPUESTA A LA PALABRA
La afirmación del Señor viene a sacarnos de nuestra modorra,
acostumbrados como estamos a sestear muchas veces,
sin caer en la cuenta del valor del tiempo y de las circunstancias,
dejándonos llevar por la inercia adquirida
del “todo es bueno, cualquiera vale, si no parece malo”.
Pero, en realidad, ¿Quién me pastorea?.
Es decir, ¿a quién estoy confiando lo mejor de mi vida?.
Parto de la aceptación de que necesito de alguien
en quien apoyarme y
desde el que pueda crecer como persona.
La experiencia me dice que he sido constituido
como un “yo” inacabado y abierto,
dispuesto a ser habitado por un “Tú”
que me defina y construya desde lo más profundo de mí,
hasta llegar a ser esa persona a la que estoy llamado.
Sé que en mí existe un vacío disponible,
a la espera de ser habitado.
Aquí es donde comienza mi drama.
Si quien llega a mí, me ama por encima de todo
y se convierte para mí en fuente de crecimiento,
entonces mi vida se verá colmada
y llegaré a ser semejante al que le di mi voluntad.
Si mi vacío es colmado por Jesús,
puerta y camino, pastor y pasto, amor de todo amor,
entonces mi drama se convierte en fiesta,
porque mi felicidad será una realidad definitiva.
Ahora bien, si no le acojo y rechazo,
otros me habitarán y me configurarán.
Y mi drama se convertirá en tragedia
porque esos otros, que colmen mi vacío,
vendrán de parte del Malo,
para depredar y succionar la vida
que gratuitamente recibí de quien, por amor,
me llamó a ser hombre cabal y feliz.
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