Rasga el almendro blanco
el azul del huerto.
Las primera peonías
devuelven al jardín la vida.
Embalsaman
los lilos con su aroma
los sentidos muertos.
Hoy la luz se ha hecho perfume y
el silencio blanco de la tarde
se hace anunciador
de tu presencia furtiva.
Nada me hacía presagiar tu vuelta.
Arrancado de las cosas
olvidado de hacer
permanezco al acecho.
La vida
otras veces transparente
opacada ahora… se agrieta
dejando pasar por sus rendijas
tu voz provocadora.
De repente oigo mi nombre y
en mi sangre de nuevo galopa tu vida.
Otra vez percibo que sólo eres tú
el único que sabes de mí
cubierto como vivo de cenizas
que conoces mi alma niña
que duermes mi sueño y
desvelado velas paciente
a la espera de que llegue el momento
del abrazo sin tiempo.
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