El ave migratoria anhela el viejo bosque
El pez en su pecera
se acuerda de la laguna donde naciera y
el buey del lugar donde el pasto
es fresco y abundante.
Esta tarde me han llamado
las Monjas carmelitas de Daimiel,
con las que compartí
años de belleza profunda,
en los que nuestras almas
al descubierto
dejaban ver ese amor
en el que el Amor de todo amor
hace posible la verdad sin subterfugios.
Años de crecimiento y abundancia,
en los que mi expansión
lo encontraba en el humedal
llamado de las Tablas de Daimiel.
Recuerdo como en la soledad
del paraje,
sin más techo que el cielo,
el viento peinaba los tarajes y
una voz me susurraba sin cesar
desde ninguna parte
porque su lugar escogido
estaba en mis adentros,
-¿qué más puedo darte
si ya te lo he dado todo?.
Ensimismado en su amor
descansaba mis afanes
en la placidez de las lagunejas.
Mi pensamiento flotaba,
mi vista se alargaba
hasta la sierrecilla lejana.
Es un placer contemplar
los juncos
que como finas lanzas horadan la tarde.
La masiega que acalla el canto de los patos.
Y, como entre dos luces
regresan las cigüeñas a la charca.
Juncos como lanzas horadan la tarde
La masiega acalla el canto de los patos
Entre dos luces vuelven las cigüeñas a la charca
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