Se pone el sol y
vuelve el gorrión a su nido.
El autillo ocupa su lugar
en el árbol viejo y
espera la noche para lanzar
su aflautado canto.

A pesar del sol
una ligera bruma
se va extendiendo
por el campo.

Vaga mi pensamiento
flotando como las nubes
no empujadas por el viento.

Mis ojos se entornan
para ver más allá de las encinas
como regresan las cigüeñas
de las charcas.

Solemne quietud
la de la tarde que muere.

Afortunado quien sigue en su vida
el ritmo natural del tiempo
en el que le ha tocado vivir.
Feliz quien disfruta
el placer de los pequeño.
Del rocío de la aurora,
del sol que arropa la desnudez
de las cosas,
del respirar del aire en todo.

Sentado en el porche
escucho el canto de los mirlos
que en la quietud de la tarde
despiden el día.