Hace diez años escribía:
Qué te parece, amigo, si te digo, para empezar, que Dios te ama, que nos ama entrañablemente y quiere, desde antes de que viéramos esta luz que nos fascina, nuestra felicidad; para ello nos ha dado una libertad maravillosa, comprometida con la razón y una capacidad de amar que, cuando cuaja en nosotros, nos desborda y nos hace eternos buscadores del origen y fuente de ese amor: “Nuestro corazón no descansará hasta que demos con Él”.
Confieso, sin rubor, que desde que empecé a ser muchacho he sentido la necesidad de ver más allá del plano que se nos impone como realidad única y común. Quise saber la procedencia de los mensajes que nos llegan envueltos en el silencio, aunque estos sean el canto repetido de un avecilla que no se deja ver, el golpe sonoro que la piedra despierta al romper el cristal del pozo o la luz sofocada de una cueva.
El canto del “autillo” marcó una etapa de mi vida. A la caída de la tarde, cuando el sol ya duerme y hasta muy entrada la noche, él clama y reclama una presencia. Solo y envuelto en las sombras, sus ojos insomnes horadan la noche y su decir delatan su estar sin dejarse ver.
Desde hace años, no sé si el autillo soy yo o si él es otro. Sí he llegado a saber que necesito, como él, clamar desde el silencio y en la penumbra, igual que busco un sentido en los reclamos que me llegan en medio de la noche, de mi noche, de las noches de otros, que delatan la ausencia de Dios.
Este blog no pretende ser otra cosa que un eco en medio de esas noches, muchas veces padecidas, un otear más allá de todo decir escrito, palabra íntima del hombre y signo del designio de Dios, iluminador de los acontecimientos y situaciones que nos embargan. Está dirigido a toda persona que se considere peregrina y busque ese punto de sentido en el que la vida se comparte. El hilo conductor serán la Escrituras Santas, Palabra de Dios escrita, y los acontecimientos y situaciones como palabra de Dios a descubrir.
Espero, con la ayuda de Dios y la vuestra, hacer del Autillo un camino que nos ayude a todos, peregrinos en la noche, a permanecer despiertos
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