En una de sus últimas entrevistas el cardenal Sarah afirmaba: «Lo importante no es el camino, sino la verdad. La verdad no surge del consenso, nos precede»
Y después va desgranando una serie de verdades muy propias de él.
Sin prejuicios sostiene: “No soy ni tradicionalista ni progresista. Enseño lo que me enseñaron los misioneros. Quiero ser fiel, eso es todo”.
Ante las preguntas del entrevistador sobre su intransigencia en algunos temas de actualidad responde con claridad.
- Dios es exigente, porque el amor es exigente. Si se entiende intransigente en este sentido, sí, estoy de acuerdo. Amar de verdad es morir por los demás. Es Cristo quien lo dice. La religión cristiana es exigente. No es fácil. Si queremos entrar en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, no podemos vivir nuestra fe a la ligera. Una fe que rechaza la cruz no es cristiana. Cuando Pedro le dice a Jesús: “No, la cruz no es para ti”, Jesús responde “detrás de Satanás”. Otro pasaje dice: “Si tu mano derecha te escandaliza, córtatela”. Si tu ojo te lleva a pecar, sácatelo”. Es intransigente.
Más adelante habla de su tarea en la Iglesia muy en la línea de Benedicto XVI
- Hoy en día, muchos cristianos buscan apoyo en esta confusión, para crecer en la fe, para apoyar sus convicciones. Mi tarea es confirmarlos en la fe, en la medida de lo posible, para que no cambie lo que siempre han creído. El evangelio sigue siendo válido como lo ha sido para los apóstoles, los padres de la Iglesia y los santos a lo largo de la historia. Como cantamos cada Sábado Santo: “Cristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos”.
No se le puede achacar de no ser realista en todo su hacer pastoral. No actua en base a una ideología, sino como respuesta a la realidad que todos los días palpa y que lo expresa de la siguiente manera:
- La crisis es múltiple: de fe, del sacerdocio, de la Iglesia, pero sobre todo antropológica, agravada por la ideología de género. El hombre se cree capaz de formarse a sí mismo, de crearse a sí mismo. No quiere depender de Dios ni de nadie más que de sí mismo. Estoy totalmente de acuerdo con el análisis de Benedicto XVI. Esta crisis se acentúa más en Occidente que en otros lugares, debido al envejecimiento de la población, la evolución de la natalidad y el progreso tecnológico. Queremos mejorar, aumentar al hombre, hacerlo inmortal. Pero estas son ilusiones. La perfección pertenece solo a Dios.
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