Preciso es saber el valor del silencio
de la vida contemplativa en soledad,
la necesidad de liberarse de viejos recuerdos,
de “arder” a una vida nueva, a un nuevo amanecer

Al fin puedo avanzar por una novedosa senda
hacia la luz de la ladera del monte bajo, hasta el lugar oculto,
en el que hay una cabaña al pie de un abundoso manantial,
donde duermen las horas y a los viejos árboles,
el aire de la llanura, arranca de sus copas
sollozos y lamentos de alegría.

Por fin he llegado,
libre de los caminos errados
a un hontanar de paz.

Aquí, se oye el silencio,
que levemente, mueve las ramas azuladas de los cedros;
alienta conjuros en las agujas de sus ramas más altas y
silba resplandores en las cumbres.

Un camino de acacias
me llevará hasta el bosque
donde  contemplaré la luz del amanecer; sólo.
Libre la memoria de recuerdos,
ardiendo en mis adentros
veré salir el sol cuando amanezca…

Desmayados, en brazos de la brisa
me llegan aromas de acacia y pino.
El frío esplendor de la puesta del sol
recrece la quietud en la ladera.

Sentado sobre una roca vuelo a mundos lejanos.
Por momentos, todo sonido es silencio
y no hay nada más en absoluto.
Solo un frescor que todo lo penetra