Soy llamado por mi nombre y mi corazón se conmueve,
sé quien me llama y sé quien soy.
Mi caminar no es un vagar
por un lugar incierto
ni en un tiempo indefinido..
Mis pasos se inician en un momento que elijo,
en un lugar reconocido,
con aquellos que me fueron dado y en nuestro mutuo caminar
me desvelan mi identidad.
Sé que mi vida es más que esa estela
que una barca deja en el manso río
al desplazarse y nada queda de ella al momento.
Ni ese otro que responde
al decir de quienes comparten
un camino semejante
pero no han llegado a vislumbrar
mi interior donde se fragua
la representación a modo de teatro
de quien soy y voy a ser.
Soy alguien, cuya identidad es única y
tiene sus últimas raíces
en los ancestros que me configuran
desde mi primera infancia
No haber caído en la tentación
de hacerme copia
de quienes he admirado
es uno de mis mayores dones.
Ser original y no fotocopia
no es una extravagancia,
es el don que, sin rarezas,
he vivido desde la infancia,
no sin dificultades
porque me he visto forzado
a discernir en cada momento
lo que se me pedía
o que era lo que realmente me convenía.
El consejo de mi padre fue clave
para entonces y sigue siéndolo ahora:
Cuida de lo que pienses y hagas.
No te importe tanto lo que puedan pensar de ti,
cuanto puedas decir tú de ti mismo.
Cuando te mires en el espejo y
te veas a ti mismo
que no te avergüences.
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