Del evangelio de san Mateo

En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Desde el cementerio, dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Y le dijeron a gritos: “¿ Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?”. Una gran piara de cerdos a distancia estaba hozando. Los demonios le rogaron: “Si nos echas, mándanos a la piara”. Jesús les dijo: “Id”.  Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo y se ahogó en el agua. Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.

 

 RESPUESTA A LA PALABRA

El testimonio de san Mateo
nos pone ante una realidad que,
sin revestir el dramatismo del texto evangélico,
es más común de lo que creemos.

Sin entrar en el tema de la posesión por el Maligno,
no podemos ignorar a las personas
que viven enajenadas por diversos motivos.

Todos conocemos a personas
cuya pasión por algo
les  lleva a perder el control de ellas mismas.
Personas cuya pérdida de libertad interior
es tan grande, que se ven arrastradas,
aún sin querer,
a vivir para esa pasión que les posee.

Es frecuente ver, cómo,
entre quienes no se dejan conducir por el Señor y
no han unificado sus tendencias,
terminan siendo esclavos de  las mismas.

Seducidos y sugestionados por aquellas ideas o actitudes
que cotizan en ambientes amorales,
muchos se dejan llevar por ellas,
pensando que así consiguen un bien mayor
que si viven desde aquellos valores básicos
que ayudan a construir el centro mismo
de una personalidad libre y responsable.

¿Cuántos poseídos o esclavos del poder conocemos?
¿Cuántos por el dinero, el sexo,
el orgullo y la vanidad viven cerca de nosotros?
Y nosotros mismos,
¿no nos vemos sometidos a veces
por el tirón de alguna actitud inconfesable?