Surgiendo sin llamarlo
me visita el duende de la tarde y
entabla conversación conmigo.
-Qiuiero alegrar tu corazón, me dice,
abriéndote a todo lo que amas..

No es la primera tarde
que viene a mi encuentro y
en sus grandes ojos
veo reflejadas el total
de mis inquietudes.

Azules como los ojos de mi alma,
despiertos como mi corazón insomne.
Responden a mis interrogantes
sin que yo los formule.

Quienes nos ven caminar
no nos distinguen.
Distintos y semejantes, como somos,
estamos hechos el uno para el otro.

Se pone el sol y, mientras duerme,
como todos los días,
los árboles se abren al misterio e la noche
despertándose en ello nueva vida,
Me acerco a uno y lo rodeo con mis brazos
mientras me digo y le digo susurrante
que nunca lo abandonaré
porque el que lo llamó a existir
ya contemplaba nuestro ser
el uno para el otro.