Vuelve del campo.
Acelera el paso.
El cielo encapotado
amenaza lluvia.
Su rostro
antes despreocupado,
ahora se ve afectado.

La tarde va de caída y
su casa aún queda lejos.
El azul transparente
del que gozara horas antes
se ha tornado cárdeno.
Un frente de nubes nimbadas
galopan empujadas
por el viento.
Presagio tormentoso
de viento y lluvia.

No solo él se ve preocupado.
Las torcaces vuelan raudas
a sus cobijos de noche,
los mirlos hace rato
que dejaron de cantar.
Un coche cruza veloz
queriendo adelantarse
al aguacero que se avecina.

No deja de ser bello
este momento
en el que inesperadamente
se moviliza todo el entorno y
muestra la unidad  e
interdependencia
que existe en la naturaleza,
la comunión vivida de las partes,
la participación en lo inesperado
de un todo dinámico y acogedor.

El trallazo de un rayo
parece haber abierto
el vientre preñado de las nubes
que se derraman
en forma de aguacero
que lleva a todos los animalejos,
que aun no se habían percatado,
a buscar sus guaridas. 

En muy breve tiempo
la lluvia se a apoderado
de la tarde y
ha encharcado el camino.

Al abrigo del porche
convertido en espectador
disfruto del momento
como algo único.