Del evangelio de san  Juan 16,16-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver.” Comentaron entonces algunos discípulos: “¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver”, y eso de “me voy con el Padre”?” Y se preguntaban: “¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice.” Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: “¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver”? Pues sí, os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.”

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Las palabras de Jesús producen extrañeza
entre sus amigos.
Si Él les ha dicho que permanecerá con ellos para siempre,
¿cómo les dice ahora que dejarán de verlo por un tiempo?
¿Qué significa dejar de ver a Jesús?

Para quien ama, la ausencia del amado se traduce en tristeza.
Para los amigos de Jesús, no puede ser de otra manera.
Por ello, Jesús les advierte que su ausencia
les producirá tristeza,
pero a la vez les promete la alegría,
consecuencia de un nuevo encuentro.

Estamos tocando las claves más sencillas de la vida espiritual.
Mientras que nos movamos en esta vida,
la relación entre Dios y cada uno de nosotros
se verá sometida a la dialéctica presencia-ausencia,
ausencia-presencia, no dejándonos
hasta que se rompa el velo que nos separa.

San Juan de la Cruz comienza su “Llama de amor viva” diciendo:

“¡Oh llama de amor viva/, que tiernamente hieres/ de mi alma en el más profundo centro!/, pues ya no eres esquiva,/ acaba ya, si quieres;/ rompe la tela de este dulce encuentro.”

Es más, cuando el amor entre los dos se haga más fuerte y
la experiencia del uno en el otro crezca,
el deseo será mayor, de manera que cuando
la presencia del amado se debilite,
porque éste aparentemente se aparte,
la ausencia se experimentará como vacío existencial.

En su Cántico Espiritual, san Juan de la Cruz escribe:

¿A dónde te escondiste,/ Amado, y me dejaste con gemido?/ Como el ciervo huiste,/ habiéndome herido;/ salí detrás de ti clamando, y eras ido.