Del evangelio de san Juan 5,30
Jesús les dijo: “Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”.
RESPUESTA A LA PALABRA
No es que el Señor no pueda hacer nada por él mismo,
es que no quiere hacerlo.
Nosotros, siendo unos pobres diablos,
hacemos lo que se nos antoja, y así nos va.
En lugar de crecer como personas
nos convertimos en un manojo de pulsiones
que nos cierran el camino a los demás.
Tú, Señor, si nos dices que no puedes,
es porque sabes que tu vida está tan unida a la del Padre
que sin Él no serías totalmente Tú.
Sin dejar de ser plenamente libre,
tu voluntad se mira en la del Padre
y, como en un espejo, se reconoce en ella.
Por eso tu hacer es el hacer del Padre
y el Padre está presente en tu hacer.
Es asombroso descubrir que la obediencia
nada tiene que ver con la esclavitud.
Tu actitud vital nos deja ver que la obediencia es la clave
de la libertad consumada.
La “otra persona” es la fuente de dónde mana la verdad
que me lleva a la madurez real.
Gracias Señor, por hacérmelo ver así.
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