Del Evangelio de San Marcos (1,15)
Jesús les dijo: “Convertíos y creed en el Evangelio”
RESPUESTA A LA PALABRA
Convertíos, daos la vuelta, cambiad de sentido,
caminad hacia el bien…
Oh Señor, Tú que no cejas en llamarnos a tu amor ,
nos indicas con fuerza el camino de la conversión:
“Creed en el Evangelio”,
“coged la “Buena Noticia”.
Tú mismo eres el objeto y el sujeto de la misma.
Tú vienes y nos declaras hasta que punto nos ama el Padre.
Tú mismo eres su amor indecible.
Convertirnos al amor, ésta es tu propuesta.
Señor, sigue gritando tu amor
en el fondo de nuestro corazón,
hasta que nos demos cuenta de ello.
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Como novedad en este periodo cuaresmal os propongo la lectura de los Padres de la Iglesia. Como forma de iniciación, cada día trascribiré un texto de ellos.
Comenzamos con San Ignacio de Antioquia, que fue discípulo directo de San Pablo y San Juan. Segundo sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioquia, fue el primero en llamar a la Iglesia “Católica”. Sus escritos demuestran que la doctrina de la Iglesia Católica viene de Jesucristo por medio de los Apóstoles. Esta doctrina incluye: La Eucaristía, la jerarquía y la obediencia a los obispos, la presidencia de la iglesia de Roma, la virginidad de María, el don de la virginidad y El privilegio que supone morir mártir de Cristo.
De la Carta de San Ignacio de Antioquia, obispo y mártir, a los Esmirniotas
Ignacio, por sobrenombre Teóforo, es decir, Portador de Dios, a la Iglesia de Dios Padre y del amado Jesucristo establecida en Esmirna de Asia, la que ha alcanzado toda clase de dones por la misericordia de Dios.
Doy gracias a Jesucristo Dios, por haberos otorgado tan gran sabiduría; he podido ver, en efecto, cómo os mantenéis estables e inconmovibles en vuestra fe, y cómo os mantenéis firmes en la caridad por la sangre de Cristo, creyendo con fe plena y firme en nuestro Señor, el cual procede verdaderamente de la estirpe de David, según la carne, es Hijo de Dios por la voluntad y el poder del mismo Dios, nació verdaderamente de la Virgen, fue bautizado por Juan para cumplir así todo lo que Dios quiere; finalmente, su cuerpo fue verdaderamente crucificado bajo el poder de Poncio Pilato y del tetrarca Herodes (y de su divina y bienaventurada pasión somos fruto nosotros), para, mediante su resurrección, elevar su estandarte para siempre en favor de sus santos y fieles, tanto judíos como gentiles, reunidos todos en el único cuerpo de su Iglesia.
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