I.Reyes 3,5.7-12

 

En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: “Pídeme lo que quieras.” Respondió Salomón: “Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?” Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo: “Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.”

 

RESPUESTA A LA PALABRA

No debemos olvidar que el lenguaje responde siempre a un modo de ser.
El lenguaje expresa la verdad que anida en el corazón de la persona.
Los textos de este domingo nos ayudan a repensar y a discernir
nuestra actitud fundamental ante la vida.
¿Desde dónde decido mi estar y mi hacer en medio del mundo,
de la sociedad, de la Iglesia…, en los que me encuentro?

Las palabras del salmo 118, nos introducen en la experiencia
de un hombre que ha decidido vincular su vida a la de Dios y
así vivir su relación con los demás.

Comienza confesando:

¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!

Para enseguida decir por qué:

Mi porción es el Señor;
he resuelto guardar tus palabras.
Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata.

Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma;
la explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes.

Frente al necio que piensa que es el centro de todo,
dueño de sí y de los demás, sabedor de lo que tiene que hacer,
se encuentra el que sabe que su vida no es para sí y
necesita de Dios y de los demás para llevar a cabo su misión.

La historia sagrada está  llena de ejemplos.
Uno de ellos es el que hoy nos presenta el libro de los Reyes.

Salomón sabe de Dios y sabe de él mismo.
Ante la propuesta que Dios le hace,
responde desde la sensatez del que conoce
su situación y la misión que le ha sido confiada.

Salomón sabe que si es rey es porque ha sido hecho,
sabe de sus limitaciones y
conoce el reto que supone servir a un gran pueblo.

No ha sido constituido rey para servirse y hacerse grande,
sino para servir y hacer grande a su pueblo.

La petición de Salomón a Dios es muy clara:

“Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?”

La respuesta de Dios no se deja esperar:

“Por haber pedido discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.”

Qué distinto es el planteamiento de la mayoría de las personas
que actualmente llegan al poder,
sea éste del tipo que sea.
Y todo porque el reinado o señorío de Dios
ha sido desplazado por el del hombre.

Cuando aceptamos a Dios presente en nuestra historia,
buscamos en Él las claves para construir la sociedad.
Una sociedad libre, justa y verdadera.

Porque el reino de Dios no es una realidad sociológica,
pero hace posible que la sociedad defienda la verdad y la vida,
la bondad y la gracia, la justicia, el amor y la paz.