Un perfume de adelfas y rosas silvestres
inunda el camino
por el que regreso a la casa.
Doy constantes gracias al Señor y
le estoy lo más de agradecido
por haberme dado a ver, desde la infancia,
la verdad y la belleza en la naturaleza,
que a Él le constituyen
y ,cuando descorre una pizca del misterio
que las oculta a los sabios de este mundo,
las derrama con hartura al mirar de los sencillos,
moviendo en mi interior un cantar callado,
que sin aflorar al exterior,
recorre todo mi viejo cuerpo, como un hilo de luz
que cabalgara como a lomos de la sangre
bonificando mi persona.
Roto el lecho de nubes que nos cubre,
la luna se cuela hasta nosotros
con su luz blanca
arrancando destellos plateados
de los guijarros del camino.
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