Hoy, es un hombre quien toma el relevo y bendice. Zacarías, quien perdió su palabra por dudar de la de Dios, la recupera una vez que esa palabra se cumple.

El camino hasta la bendición y la alabanza pasa por el silencio y la contemplación del misterio que nos sobrepasa y sobrecoge.

Zacarías vio como el hijo de la gracia fue creciendo en el vientre de Isabel, la que llamaban estéril, y en su asombro esperaba el tiempo en el que se desvelara el por qué de esa vida.

Considero de vital importancia contemplar más que indagar; esperar más que inquirir.

La fe-confianza abre el corazón a lo imprevisible de Dios, manifestado en el silencio y en la escucha, percibido en los acontecimientos.

Lucas, el evangelista de los pequeños, recoge el decir de los sencillos que saben del nacimiento de Juan y del misterio que lo envuelve. ¿Qué va a ser de este niño? Ellos perciben en su sencillez que “la mano de Dios está sobre él”.

Qué pena que nosotros no veamos más allá de la realidad material de las cosas. Nos sorprenderíamos si pudiéramos ver con el corazón.

¿Por qué no pedir a Dios como regalo de Navidad un corazón inteligente que nos deje ver la verdad profunda de los acontecimientos y de las personas?

 Profecía de Miqueas

Así dice el Señor: «Mirad, yo os envió a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar – dice el Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca?

Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido.

Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos.

 

 Ver con el corazón

 Miqueas, el último de los profetas,
levanta la voz y grita;
Mirad, ya está ahí a quien buscáis;
entre tanto llegue a vosotros mirad a Juan
que, como Elías,
os llama a abandonar vuestros dioses,
idolatría y egolatría tienen por nombre
e impiden ver y acoger al que llega. 

Elías defendió los derechos de Dios
devolviendo al pueblo la cordura,
Juan pedirá a este mismo pueblo que cambie
el corazón y se prepare
rescatando la verdad perdida en la ruptura
del amor recíproco,
entre la vida engendrada y recibida.

Fuego purificador,
lejía que arranca la mugre de todo lo que empapa.

 Juan y Elías,
llamada urgente a dejar lo que impide
el encuentro con el Señor que viene.