Nunca dejó de ser niño
ni de jugar
con los colores de la luz.

Su corazón no entendía
de distancias.

En su juego los otros eran él
dejando que ellos lo habitaran.

Apasionado
por la simplicidad de las cosas
su vida era un fluir
de realidades diversas
concertadas todas ellas
como por un hilo de plata
regalo de su Amigo.

Dejándose tocar
por la fuerza del momento
por la vida emanada
en el cruce
de savias encontradas
veía lo que a otros
les parecía un sueño
y sin empeño
porque no era más que un niño
pensaba en sus adentros:

Y qué más da
que me entiendan.

Decir lo que puedo y como puedo.
Descorrer la cortina
de lo que vi o me contaron
sin necesidad de argumentar
sesudamente
me lleva a vivir sin hipotecas.

Humilde es la realidad
de la palabra
que fluye del sentir herido
por la vida de los otros.