Las primeras luces del alba,
que dan vida a las gotas blancas del rocío
y perlan las hojas de los lentiscos,
me despiertan del sueño de la razón.
Desde el ribazo de la cuesta,
me deleito en espera de que entren
los ciervos que bajan a beber
en la charca.
El temblor de las rosas de las jaras
y el olor fresco del romero
atraen mi atención,
llevándome a sentir la necesidad
de saber que se esconde detrás
de lo que considero cierto,
y de la realidad que doy como verdadera
y a la que se han acostumbrado
mis sentidos.
¿Qué lógica mueve a la luz para que
despierte los colores allí donde se posa y
arranque destellos en las piedras rodadas
del arroyo?
No se cansan los ojos y lo oídos
de explorar más allá de las formas,
buscando el ser de las mismas.
La fugacidad del tiempo, determina
un modo de belleza inacabada
que hace que mi corazón,
busque más allá de lo que perciben
mis sentidos.
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