Cuando al final del día,
inesperadamente y sin causa
intuyo “algo” de la presencia
del  Señor en m
los sueños se desvanecen,
los ruidos se suspenden
mi noche se ahonda
y algo indefinible
se estremece en mi interior,
y envuelve mi corazón,
agitado, expectante,
en una paz indecible.

Entonces no quisiera dormir
para no olvidar.
Pero el sueño me vence,
devolviéndome a otro día
el deseo recrecido
de ese encuentro deseado.