El campo se convirtió en claustro
y el silencio canto.
En la noche, el vagido de Dios,
hecho hombre,
despertó la sonrisa de aquel
que, en silencio, contempla a su esposa,
acunando entre pajas la Vida inmortal.
Palabra, silencio y carne divina.
Palabra, silencio y el eco de Dios
en la historia, borracha de carne.
Silencio y espera,
silencio y Palabra,
y en la carne Dios futuro y amor.
Aquella noche amanecida,
precursora de toda otra noche,
el vagido de Dios desató
el tiempo retenido
y la luz deshizo el nudo asfixiante
de la historia,
convirtiendo el silencio en canto.
Un hombre enamorado
sonríe y contempla a su esposa
que en sus brazos acuna
la Vida Inmortal
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