Solemnidad de Todos los Santos
Hoy es el día de la gran fiesta de la santidad
porque celebramos a la totalidad de los santos.
Fiesta de la santidad en sí misma, que no es otra cosa que la participación
de la humanidad de la santidad de Dios.
Para llegar a la comprensión de esta fiesta, nos viene muy bien
contemplar la historia de la humanidad desde su origen hasta su culminación.
Al final de la parábola de la creación, el autor sagrado nos recuerda,
que Dios bajaba todos los días, a la caída de la tarde,
a la hora de la brisa, a pasear con el hombre.
La creación no sólo es vista por Dios como muy buena,
además de ello, el hombre, imagen suya, comparte su misma vida.
En el Apocalipsis nos encontramos, cómo la vida humana
que tuvo un comienzo en el que la santidad era lo propio de ella,
al final también lo es y será.
Hoy celebramos el triunfo del designio amoroso de Dios
agregando al hombre a su misma vida.
Hoy se nos invita a levantar la esperanza.
Mirar al futuro que está en manos de Dios y viene a nosotros cargado de vida.
En el libro del Apocalipsis vemos la verdad última de la persona.
El triunfo del bien sobre el mal.
Son muchedumbre, ciento cuarenta y cuatro, es decir la totalidad,
los que participan de la vida de Dios, a pesar del mal en el mundo,
generado por el pecado.
Todo un mundo que se ha entregado,
que se ha dejado la vida amando,
aparece al fin como gloria, triunfo y alabanza.
Es cierto que, como dice san Juan en su carta,
todavía no se ha manifestado esta santidad,
pero no podemos dudar que estamos hechos para ella.
La imagen de Dios, empañada por el pecado,
brillará del todo en el último día.
Si al principio de la creación el hombre sentía la presencia de Dios,
entonces, esa visión de Dios alcanzará su plenitud.
De esa plenitud es de la que nos hablan las bienaventuranzas.
Pues no las podemos reducir a un programa ético-moral.
El evangelio proclama a los hombres bienaventurados,
dichosos, santos, realizados, felices, porque sin salirse del mundo
han situado sus vidas más allá del bienestar momentáneo y pasajero.
Bienestar que encierra el peligro de atar al hombre al momento presente,
impidiéndole caminar hacia la vida eterna.
El evangelio nos recuerda que la felicidad
no es el bienestar momentáneo, un estado feliz transitorio.
La felicidad consiste en caminar a la plenitud,
que fuera de Dios es imposible.
Es muy distinta la felicidad cimentada en una situación de bienestar transitorio,
que la que viene de la fe y que apunta a la eternidad.
Hay quienes se experimentan felices porque tienen dinero poder y
con ello pueden comprar y poseer por un tiempo.
Y hay quienes son bienaventurados porque sus vidas están en las manos de Dios.
El hombre es bienaventurado porque no vive instalado en las cosas.
Porque sabe vencer la tentación de aferrarse al aquí y ahora.
Estamos de paso por el mundo,
y las Bienaventuranzas son la explicitación de este Paso.
Dichosos los santos. Los que no están instalados en esta historia,
sirven a todos, aman al mundo, luchan para que éste mejore,
pero no se instalan en él.
No tienen los cimientos aquí porque saben que están de paso.
Los santos son los que no defienden esta vida como única,
sino que la desarrollan con su trabajo,
la ofrecen a Dios y abren el paso a la eternidad.
Los santos viven aquí pero añoran el final.
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